El diario Crítica de la Argentina publicó una interesante nota sobre las dificultades que poseen las personas ciegas con perros lazarillos en Argentina. Desde la Federación Argentina de Instituciones de Ciegos piden que amos y lazarillos puedan acceder a cines, teatros y restaurantes.
Mientras los ciegos en la Argentina luchan para que se legisle el tratamiento especial que requieren sus perros guía, circula por todo el país un correo electrónico que detalla las necesidades de estos animales.
En el e-mail habla el perro: “Soy un perro guía y quiero contarte cómo debes actuar cuando te encuentres conmigo en compañía de mi amo ciego”, propone el mensaje que recorre el ciberespacio. “Mi comportamiento y trato es totalmente diferente y debo ser respetado en mi función […]. Por favor, no me toques o acaricies cuando me encuentre trabajando, es decir, con arnés, porque esto significa distraerme de mi misión. Lo más adecuado es ignorarme: así efectuaré mi trabajo perfecto”, explica.
“ES MIS OJOS”. Mía es la perra guía de Ana María Bravo, coordinadora de la Federación Argentina de Instituciones de Ciegos (FAICA). “Es mis ojos”, asegura su dueña, quien desde 1999 intenta entrar con su can al teatro, al cine o a comer, sin que la atajen antes con la excusa de que “no se permiten animales domésticos”.
Hasta el año pasado, unas 42.000 personas padecían ceguera total, y sólo treinta de ellas tenían un perro guía. Estos perros no son mascotas. Suelen ser de raza Labrador Retriever, Golden Retriever y, en un menor porcentaje, Pastor Alemán. Se encargan de orientar a sus propietarios por las calles y evitar obstáculos, pero a menudo quedan excluidos de los lugares cerrados porque la Argentina carece de una ley nacional sobre el tema. Para ser guías, reciben un entrenamiento de seis meses: pasan por pruebas de concentración y de obediencia, y son capaces de seguir líneas rectas. Pueden costar unos 30.000 dólares, aunque el precio de la entrega suelen asumirlo las ONG o la seguridad social. Tras el adiestramiento, están preparados para detenerse ante una escalera, encontrar una puerta, reconocer caminos realizados y mejorar la calidad de vida de una persona ciega, haciendo que su desplazamiento sea más seguro e independiente.
En su e-mail colectivo, el perro guía advierte: “No sientas temor: nunca te haría daño. Si tienes un perro, por favor contrólalo, evitando que pueda producir un accidente cuando pasa junto a mí en compañía de mi amo ciego”.
Para Ana María, es importante educar a los argentinos. “No saben cómo tratar a estos animales –asegura–. Los tocan, aunque exhibamos un cartel donde se indica no hacerlo e intentan darles de comer sin nuestra autorización”. Es que los perros guía tienen un horario definido para alimentarse, y lo hacen con un menú especial. Del mismo modo, tienen lugares y momentos predeterminados para hacer sus necesidades.
La coordinadora de la FAICA dijo a Crítica de la Argentina que en los Estados Unidos estos animales son respetados: “Yo misma lo comprobé”, afirmó. En Europa, por su parte, existen leyes que son duras en sus sanciones. “Tenemos derecho a libre acceso, igual que nuestros amos, a todos los lugares públicos”, demanda el perro en su correo.
Sólo hay ordenanzas municipales
Si bien no hay una legislación nacional que regule el tratamiento público para los perros guía, existen ordenanzas municipales al respecto en distintos puntos de la Argentina.
En la provincia de Buenos Aires, en Junín y en Mar del Plata tienen normas al respecto, al igual que en la ciudad santafesina de Rosario. Río Negro, por ejemplo, tiene una ley provincial y se está trabajando legislativamente para que suceda lo mismo en Córdoba y Neuquén.
Mientras los ciegos en la Argentina luchan para que se legisle el tratamiento especial que requieren sus perros guía, circula por todo el país un correo electrónico que detalla las necesidades de estos animales.
En el e-mail habla el perro: “Soy un perro guía y quiero contarte cómo debes actuar cuando te encuentres conmigo en compañía de mi amo ciego”, propone el mensaje que recorre el ciberespacio. “Mi comportamiento y trato es totalmente diferente y debo ser respetado en mi función […]. Por favor, no me toques o acaricies cuando me encuentre trabajando, es decir, con arnés, porque esto significa distraerme de mi misión. Lo más adecuado es ignorarme: así efectuaré mi trabajo perfecto”, explica.
“ES MIS OJOS”. Mía es la perra guía de Ana María Bravo, coordinadora de la Federación Argentina de Instituciones de Ciegos (FAICA). “Es mis ojos”, asegura su dueña, quien desde 1999 intenta entrar con su can al teatro, al cine o a comer, sin que la atajen antes con la excusa de que “no se permiten animales domésticos”.
Hasta el año pasado, unas 42.000 personas padecían ceguera total, y sólo treinta de ellas tenían un perro guía. Estos perros no son mascotas. Suelen ser de raza Labrador Retriever, Golden Retriever y, en un menor porcentaje, Pastor Alemán. Se encargan de orientar a sus propietarios por las calles y evitar obstáculos, pero a menudo quedan excluidos de los lugares cerrados porque la Argentina carece de una ley nacional sobre el tema. Para ser guías, reciben un entrenamiento de seis meses: pasan por pruebas de concentración y de obediencia, y son capaces de seguir líneas rectas. Pueden costar unos 30.000 dólares, aunque el precio de la entrega suelen asumirlo las ONG o la seguridad social. Tras el adiestramiento, están preparados para detenerse ante una escalera, encontrar una puerta, reconocer caminos realizados y mejorar la calidad de vida de una persona ciega, haciendo que su desplazamiento sea más seguro e independiente.
En su e-mail colectivo, el perro guía advierte: “No sientas temor: nunca te haría daño. Si tienes un perro, por favor contrólalo, evitando que pueda producir un accidente cuando pasa junto a mí en compañía de mi amo ciego”.
Para Ana María, es importante educar a los argentinos. “No saben cómo tratar a estos animales –asegura–. Los tocan, aunque exhibamos un cartel donde se indica no hacerlo e intentan darles de comer sin nuestra autorización”. Es que los perros guía tienen un horario definido para alimentarse, y lo hacen con un menú especial. Del mismo modo, tienen lugares y momentos predeterminados para hacer sus necesidades.
La coordinadora de la FAICA dijo a Crítica de la Argentina que en los Estados Unidos estos animales son respetados: “Yo misma lo comprobé”, afirmó. En Europa, por su parte, existen leyes que son duras en sus sanciones. “Tenemos derecho a libre acceso, igual que nuestros amos, a todos los lugares públicos”, demanda el perro en su correo.
Sólo hay ordenanzas municipales
Si bien no hay una legislación nacional que regule el tratamiento público para los perros guía, existen ordenanzas municipales al respecto en distintos puntos de la Argentina.
En la provincia de Buenos Aires, en Junín y en Mar del Plata tienen normas al respecto, al igual que en la ciudad santafesina de Rosario. Río Negro, por ejemplo, tiene una ley provincial y se está trabajando legislativamente para que suceda lo mismo en Córdoba y Neuquén.